martes, 4 de diciembre de 2007




SALUD
Por María Paz Quezada

Ahógame en esta copa
conteniendo tu sangre y mi muerte,
en la oscuridad de este abismo lejano
sumergido en el concho de la pobreza final.

Entre rojos sorbos
que absorben las fantasías de olvido
se encuentran los sueños
que algún día se quebraron.

Y embebidas en silencio
nadan las imágenes de ocasos previos
que se vuelven líquidos al paso de las horas
para ser vestidos en vasos de olvido.

En este alcohol de vaivenes
que se comparte en la melancólica noche
se vislumbran los brillos azules
para los futuros de hielo y marfil.

Bebo entonces,
a la salud de los presentes,
al consuelo de los pasados,
a las ilusiones de los futuros.









ALCOHOL DESGRACIA
Por María Paz Quezada

Alcohol maldito.
bajo tus corrientes
se esconden las ansias de silencio.

Brebaje enterrado,
entre tus aras mueren
y forman infierno las sangres.

Bajo las miradas marchitas
golpea la piel de los inocentes,
hasta mis huesos has quebrado
a través de manos inconscientes
y labios que te absorben sin descanso.

Entre copa y copa,
suceden las oscuridades,
mueren los sentimientos,
se ocultan las tristezas.

Me golpeas, alcohol desgracia
envenenas hasta la última de las fibras,
aliento piedra de la maldad
te entregas en tu violencia amarga.

En tu demencia sin fin
se funden los gritos del horror.


VACIANDO BOTELLAS
Por María Paz Quezada

Paseando por avenidas de recuerdos,
mirando mares
llenados con mis ojos…
Encuentro trozos de ausencia
entre pasos desandados.
Nostalgias eternas en su botella,
bebiendo almas hasta la última gota
con el amargo paso al corazón.
Derramados los sueños al blanco mantel,
son lágrimas de los vasos que penan,
enjugadas en su final inesperado.
Ojos de quienes no ven,
ciegos de tanto alcohol compartido,
intercambian tristezas como naipes
hasta dormirse en barras de desesperanza
y vaciar de llanto hasta la última perla.
La próxima noche continúa
la inundación colectiva en su afán.
Hasta el último recuerdo exprimido
en cristales de licor bautizados.





COPA
Por María Paz Quezada


No culpo al alcohol de mis versos,

Botella en desamparo eres

sin mi mirada de caza

ni mis manos de asesina.



Cristal vacío

Con los restos de ayer pegados a sus bordes,

Dulce y caos a la vez.



No puedo culparte, brebaje

de tu ponzoña agridulce…

Malintencionada esencia de almas maltrechas

llenas de soledad y silencio.



Vaso, en tus testigos trozos

las confidencias de tantos

ahora van al tarro de las sombras.



Ya no acogerás tú,

cálido témpano de promesas.

Sólo tus brillos de prisma testifican

de cuántos amores pasaron por ti.





LAMENTO

Por María Paz Quezada




Húndase

en alcohol navegable

el ultraje

del vértigo.



Bébase

desde el cielo al abismo

del vaso la hiel

convertida en tu pecho.



Consérvase

en el vinagre del asco

y el sudor de las hojas

la historia del fuego.



Respírese

en el colmo del aliento

que guardaban las piedras

la tragedia náufraga.



Córtese

desde el invierno carne

las ráfagas de furia

del eterno hastío.



Olvídese

en el lamento del árbol

las lágrimas rojas

del maltratado consuelo.

BOTELLA


Por ANTRIX

Botella,
la verdeoscura,
a medio llenar,
la sin nombre,golletero ni etiqueta.
La de las noches de angustia;
hembra triste,
que disfrazas
los rayos de la ampolleta,
insinuando tus arcanos
transparente.

Afinadora del canto,
asesina de todas
las vergüenzas,
proyectil de mil batallas.
Acompañante sola,
coraje para vampiresas,
Te vacío y me vacío
a borbotones
apuntándote a una estrella.
Botella antes del amor,
y a falta de amor:
botella.
Tras de tu oculto ombligo
guardas cura
para el triste,
el hervor
de nuestra sangre,
la exaltación
del que sueña.

Tu boca
es sorpresa muda
altar de luz,
alto sitial de una vela.
Remanso,
litro del pobre,
siempre en la mesa,
botella;
junto a mi cama
compañera proletaria,
botellona,
adorada boquiabierta
siempre dispuesta al beso,
inúndame
en tus amores,
bésame
hasta que me muera.

PEQUEÑA MUERTE NOCTURNA

<
Por Mauricio Mena

Íbamos a morir a los bares,
melancólicos y culpables,
mi nostalgia y yo,
como un par de mariposas
que se saben horrendas.

Buscábamos la muerte
entre dioses que no pueden
caminar derecho y hablan
de más como todos los idiotas.

Encontramos en el camino
hombres que aun sonreían
y no le temían al día después
pese a los pronósticos del clima.

Entonces éramos perfectos
como un par de probabilidades
que no conocen el albedrío.

Bebíamos en refinadas copas
cualquier licor que supiera
engañar al destino.

No conocimos a Dios
en nuestro andar por el olvido,
con suerte un par de ninfas
que hacían de Santiago
un recuerdo entre tantos otros.

No creo en la felicidad
ni nada que se parezca al infinito.

Si vuelvo todas las noches
a revolcarme sobre las barras
es porque estoy coleccionando
las flores y lágrimas que dejaron
mis bien amados sobre la mesa
junto a la propina y las colillas.